
Procura no “saber demasiado.”
En la estela del asesinato del Presidente John F. Kennedy en noviembre de 1963 salía paulatinamente a la luz una larga lista de muertes asociadas en mayor o menor grado con el trágico evento. Entre noviembre de 1963 y marzo de 1984 murieron al menos 103 testigos presenciales, periodistas, agentes de la CIA y el FBI, ex amantes de Kennedy, investigadores privados, políticos, policías y mucha más gente comprometida de alguna forma con los hechos, incluyendo por lo menos una “bailarina exótica” y un taxista y, para guinda, el mismísimo autor (“supuesto,” que era mucho suponer) del asesinato.
Algunas de estas muertes estaban fuera de sospechas de malas artes pero muchas de ellas–demasiadas–se calificaron por la prensa e investigadores independientes como “strange and convenient deaths“, “muertes extrañas y convenientes”. Huelga decir que la gran mayoría de ellas fueron ignoradas por “The President’s Commission on the Assassination of President Kennedy”, conocida como The Warren Commission puesto que fue encabezada por Chief Justice Earl Warren de la United States Supreme Court. Con el devenir de los años la conclusión de esta augusta comisión–que el asesinato fue obra un loco, Lee Harvey Oswald trabajando por su cuenta–ha sido ampliamente cuestionada por docenas de “conspiracy theorists” muy convincentes. Oficialmente, sin embargo, el caso ha sido cerrado. Algunos dirían “tapado”.
¿Sí pero esto nos atañe a nosotros? Sí y mucho.
“Muy bien”, dirás, “pero esto es historia antigua. ¿Qué tiene que ver con nuestra actualidad?” Es posible que no tenga nada que ver, pero también es posible que sí. El hídrico Caso Gurtel (denominado “Gurtel“–“correa” en alemán–porque su protagonista se apellida “Correa“) no se ha dirimido todavía en los tribunales, pero ya puede hacer gala de los primeros nombres en su propia lista de “muertes extrañas y convenientes”. Van 10 hasta la fecha.